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De la serie Sectas Locas: | |||||
Secta de los Asesinos | |||||
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Año de Fundación | 1090 | ||||
Fundador | El Viejo Cabrón de la Montaña | ||||
Actividad | Asesinar políticos malos | ||||
Lugar de Acción | Tierra Santa | ||||
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Los hashshashiín... menuda palabreja (como los llamaban sus enemigos), o nizaríes, “tíos guays molones" (como se llamaban a sí mismos) fueron una secta herética dentro de otra secta herética de la religión del profeta Mahoma, El Incaricaturizable.
Son muy conocidos por sus métodos de asesinato, sus grandes plantaciones de hachís y sus innombrables herejías anti-islámicas, tales que si el profeta resucitara, enviaría a los enemigos mortales de la secta, los templarios, a acabar con ellos.
Todavía siguen ocultos en las catacumbas de Bombay y en la ciudad oculta de Anjudan (el paraíso de la secta, un sitio chachi donde se puede cometer los siete pecados capitales sin que te pase nada).
Sus dos líderes más famosos y peligrosos fueron Hasan-i Sabbah, conocido entre sus enemigos como “El Viejo Cabrón de la Montaña”; y el traidor Al Mualim, que quería usar la secta para llegar al Edén y que en realidad era un sectario templario como los que fueron usados para encender las hogueras de San Juan en París en 1314. El asesino más famoso fue un tal Altaïr, que era bueno, pero la secta fue muy peligrosa.
Sus miembros, que era unos killers terroristas muy sabios, aterrorizaron a políticos tales como Saladino, el moro malo que tomó Jerusalén, o al propio Bin Laden, que vive oculto para evitar que los hashshashiín le echen el guante encima y lo cacen como a un conejo. Más adelante se tratará la oscura relanción entre Osama y los hashshashiín.
Tanto la secta como la religión, buscaban el único objetivo de... dominar el mundo (los hashshashiín sólo querían la zona ubicada entre Persia y Constantinopla... bueno, y algunos enclaves en Egipto y Túnez, que nunca vienen mal).
Los asesinos eran sectarios herejes consumidores de hachís por un tubo, pero no por ello estaban chiflados. En sus orígenes, cuando no se drogaban (tanto), eran seguidores fanáticos del ismailismo, una broma sarracena que suponía que sólo eran tipos duros serios los siete primeros imanes del Islam, y juraba (sobra la tumba de la suegra), que los otros imanes eran charlatanes de la calaña de Buda, o séase, unos bromistas mentirosos y cuentacuentos.
Los ismailies eran seguidores de doctrinas rarísimas hasta para los ayatolás sanguinarios que en el siglo VIII regían Irán.Estas doctrinas que tanto les gustaban eran el neoplatonismo, por lo que soñaban frecuentemente con Pitágoras y su estúpida teoría de los triángulos rectángulos; con Aristóteles y con Hércules y sus músculos, pero ojo, porque no eran gays, otros de sus enemigos número uno.
La otra doctrina idolatrada por ellos era el gnosticismo, pero ojo aquí también, porque como vayas diciendo que los hashshashiín no creían en Dios Alá el Grande, vendrán a tu casa a verte. Los gnósticos eran unos locos de atar que pasaban el día divagando sobre la dualidad de Jesús, el bien y el mal y tal…
Como harían otros profetas como Dan Brown, los ismailíes buscaban siempre algún mensaje oculto en los libros, en este caso en el Corán, con el objetivo de alcanzar la verdad suprema y poder dominar el mundo mediante la destrucción de Satanás y de Dios.
Como toda sociedad pseudo-religiosa que aspira a dominar el mundo y con ello la vida de todos los mortales, la hermandad de los hashshashiín tiene sus propias normativas escritas en el libro sagrado de la organización.
Quien incumpla alguna de las tres leyes, será castigado con una patadita en los cojones… y la degradación al rango de limpiabotas de los esclavos de los lameculos de los aprendices de rango 1, lo cual supone una deshorna tan grande que los que bajan a este rango se suicidan cortándose las venas como un Emo. Aún así, no confundamos Emo con hashshashiín, porque el que lo haga no vivirá mucho para contarlo.
En el libro sagrado de los hashshashiín da tres leyes inquebrantables:
Sólo dos seres humanos mortales han cometido el sacrilegio de saltarse alguna de las tres reglas cagradas. Uno ha muerto y ahora está en el infierno, y el otro ha muerto también, pero está en el paraíso terrenal del señor. Conclusión: hay que saltarse las reglas, pero con cuidado de no ser pillado, vamos, lo que todo sano miembro de la comunidad ismailí hace. De hecho, así empezó todo... saltándose el Ramadán.
Hasan-i Sabbah, escritor irání de autobiografías de califas, sultanes y ayatolás, seguidor y predicador del ismailismo, se cansó un buen día de tener que rezar cinco veces al día y de no poder beber alcohol, así que formó la sociedad secreta de los hashshashiín para no tener que seguir la parte aburrida del islam. Por desgracia, el ayatolá Jomeini los descubrió y ordenó a su guardia republicana perseguir y acabar con la herejía.
Los hashshashiín se vieron obligados a esconderse en las montañas, donde construyeron o robaron castillos inexpugnables, como Almut, la base de la secta, o Masyaf, una sucursal en Siria. Estas fortalezas eran verdaderos nidos de águila donde los miembros de la secta gozaban que no veas de la buena vida: hachís, tías buenas, jardines con pavos reales… una breva que no agradaba nada al señor.
A los turcos no les gustó nada que los hashshashiín celebraran orgías heréticas con vino en porrón y sidra de miel en sus territorios, así que atacaron los castillos, saliéndoles el tiro por la culata. Hasan-i Sabbah se mosqueó tanto que ordenó a sus fieles asesinar a todos los políticos que molestaran a partir de entonces a la secta, dando así inicio a la mejor parte de los hashshashiín.
En Irán, los malvados y aburridos ayatolás lavaban el cerebro a los niños desde pequeños, obligándoles a ver las películas de Aladín a diario, rezarle al niño Mahoma y dar limosna a los pobres (¡Qué tontería, habrase visto!). Debido a este juego sucio, había que recurrir a métodos considerados heterodoxos (malos, tópicos o innobles para los hashshashiín).
Según la leyenda, los asesinos eran captados mediante el secuestro, pero en realidad, la cosa era mucho más elaborada y divertida: El Viejo Cabrón de la Montaña daba la orden a sus fieles sadomasoquistas de secuestrar a un joven mozo. Los hashshashiín, vestidos como el Altaïr ese, lo drogaban con hachís hasta que se quedaba soñando con los angelitos. Entonces lo llevaban al jardín secreto de Almut, un sitio muy chachi lleno de agua, animales raros, tías buenas con tetas grandes y suaves, árboles frutales, fuentes que emanaban vino, esclavos con la cara de Saddam Hussein… y otras cosas que no se pueden contar, pero que son incluso mejores que estas.
El pobre hombre drogado hasta más no poder creía que se encontraba en el paraíso (pero en el auténtico, no el de broma). Luego, volvían a ser drogados y se los llevaban a un cuarto oscuro donde los sectarios les decían que habían estado en el paraíso y que si querían volver tendrían que ayudar a la causa de asesinar a los políticos malos y corruptos. Evidentemente, tras empaparse de gnosticismo, neoplatonismo y la sacra y ardua doctrina de dominar el mundo, todos se unían a los hashshashiín.
Los hashshashiín asesinaros a algunos personajes importantes en sus camitas, mientras dormían, dejándoles una bonita serpiente de colorines de regalo; o manándoles clavando una daga en sus amígdalas mientras daban un mitin con sus amigotes de partido. Estas afirmaciones son absolutamente veraces, pues viajeros como Marco Polo (descubridor del unicornio, los espaguetis y los macarrones) hicieron excursiones turísticas a Almut y dejaron veraces textos como este, robado de la biblioteca de Venecia a principios de la época de Karl Marx:
Cuando visité el castillo de Almut en 1276 me encontré con muchas cosas… reíos de los dragones de siete cabezas y de los unicornios de los que os he hablado… en Almut viven unos hombres subnormales que consumen hachís por un tubo, se visten como mongoles asustados y que matan políticos. Me han ofrecido hachís, pero soy tan fuerte, que se han rendido todos a mí. Los he ejecutado a todos por que eran musulmanes que querían dominar el mundo y prohibir cosas que me gustan. Del castillo de Almut no he dejado más que los cimientos, pero si os dicen que los mongoles se lo cargaron en 1256, recordad que los mongoles no son cristianos, a diferencia de mí, y en consecuencia no son creíbles. Os juro que… como Adán y Eva existieron y eran un par de tontos, yo sólo arrasé el castillo de Almut con un RPG-7 y maté con la inyección letal a los asesinos… |
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Libro de las Maravillas del fantasioso mundo de Marco... ¡Polo! |
He aquí otro texto interesante sobre los hashshashiín, este de un judío comunista navarro llamado Benji, este incluso más veraz que el de Marco Polo:
Ya sé que cuando yo era un viejo senil, Marco Polo tenía que esperar 100 años para ser parido en la herética Venecia. Yo, que soy judío y navarro, soy siete… bueno… seis… no, cinco… veces más fiable. Cuando iba en quad por las montañas del norte de Irán, hice un stop en un sitio llamado Almut para comprar queroseno, nueces de macadamia y un par de latas de coca cola. Me sorprendió que el amo del castillo, al descubrir que era judío, no me hiciese asar a la parrilla. Era un viejo barbudo que llevaba un AK-47 colgando de su cinturón. Los hombres encapuchados que vivían en el castillo y fumaban una planta rara que yo no quise probar, llamaban a este viejo “Viejo de la Montaña”… vaya nombre más raro. Cuando le dije que yo no pretendía dominar el mundo, se cabreó… por eso el nombre más adecuado para él es “Viejo Cabrón de la Montaña”. |
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Cuentos chinos del judío medieval. |
Los hashshashiín, al principio de su existencia, tenían como enemigos mortales las ramas impúdicas y aburridas del islam (las que seguían el Ramadán, no bebebía...), y dedicaban sus esfuerzos a atentar contra bombas y venenos contra emires, sultanes y visires gordos, cabrones, ateos y alcohólicos. Los resultados siempre eran satisfactorios. En 1099 pasó que vinieron los cristianos a dar caña al Islam por órdenes del Iman jefe de Roma. Los planes de dominio mundial de los asesinos se veían amenazados.
Los turcos y los egipcios perdieron ante los cristianos y fueron expulsados a ostias hasta las puertas de sus casas. Hasan-i Sabbah, desde lo más alto de la torre más alta del castillo de Masyaf, vio llegar a esos peligrosos enemigos con sus tanques M-1 Abrahams, sus Black hawks y sus M-16 y los señaló como a enemigos de la religión Ismailí. Tuvo suerte, porque hasta que no llegaron los Templarios, no supieron como se las gastaban los pobres soldados de Cristo.
La Orden del Temple había sabido de los “fumadores ciegos de hachís que habían visto el paraíso” y querían deshacerse de ellos y ocupar su lugar. Para ello, los templarios fueron amasando un gran tesoro que se iba llenando con el dinero robado a herejes, aldeanos y apestados leprosos. Este tesoro era administrado por Dan Brown, un caballero inmortal gracias a que había bebido del Santo Grial.
Por órdenes de Hasan-i Sabbah, los miembros de la secta atentaron contra los grandes maestres del Temple, pero fallaron debido a que Dios quería que venciesen los templarios.
En 1192, el maestre Roberto de Sablé descubrió en un libro de cocina de la antigua biblioteca de Antioquía que Saladino, su enemigo número 3, había asediado Masyaf en 1176 con hordas de camellos y arqueros selyúcidas. “Voy a tomar Masyaf y me haré con el secreto de los hashshashiín” Eso fue lo que se dijo Roberto. Atacó a golpe de catapulta, pero los hashshashiín tenían trampas mortales de rayos uva, minas anticuerpo y alambre de espino por todas las montañas y los templarios fueron derrotados.
No obstante, más tarde, el líder de la secta, Al Mualim, un viejo que no decía nada coherente, traicionó a los hashshashiín y a la religión Ismailí y se pasó a los templarios, a los que trató de dominar, para luego dominar al culto hashshashiín y poder destruir a Dios. Suerte que se atragantó mientras lo soñaba, porque si llega a intentarlo…
Ni los ayatolás con babero ni los egipcios ni los turcos pudieron liquidar a los hashshashiín. Fueron los bárbaros mongoles del pequeño Gengis Khan los sicarios que asesinaron a los asesinos.
La ciudadela de Almut fue atacada con lluvias de oro líquido hirviente y pergaminos con versículos del Corán. Todo ello fundió (literalmente, según el libro sagrado) a los héroes del credo. Los mongoles, después, en vez de drogarse con el hachís tan abundante y adentrarse en el paraíso, destruyeron Almut con trabuquetes que arrojaban bombas de napalm.
En Siria, los mamelucos, unos esclavos gays que habían sido castrados todos ellos, asediaron Masyaf y gracias a la traición de un hashshashiín, entraron adentro e hicieron butifarras y chorizo con los miembros de los hashshashiín residentes en aquel paraíso.
Los hashshashiín habían sido aniquilados. Evidentemente, la venganza fue terrible, y alcanzó a los mongoles y a los mamelucos más allá de mares y montañas…
¿Acaso dudaban que no tuvieran ninguna relación? Desde tiempos antiguos, muchos eruditos y estudiosos de la Bíblia, el Código de Vinci ya tal… han sospechado que El Viejo de la Montaña es la misma persona que Osama Bin Laden.
Según los escritos de Benji, el judío, ambos eran millonarios, líderes de sectas terroristas, y además eran temidos hasta por sus semejantes. Dan Brown dejó escrito en su códice de los hashshashiín (obra de 1167 conservada en la biblioteca calvinista de Berna), que el verdadero nombre del Viejo de la Montaña no era Hasan-i Sabbah, sino Hasama-i Laddanh, un nombre que anda que no se parece al de Bin Laden.
Sin embargo, los textos que encontró en 1721 el viajero marroquí Mohammed el Camello (fuente de probada fiabilidad), dicen que un tal jeque Saudí que estrellaba aviones y traficaba con petróleo era perseguido por los hashshashiín debido a su manifestada tolerancia hacia los emires herejes de Delhi. Ello hace creer que los hashshashiín y Bin Laden han sido y son rivales de sectas distintas.
Después de ser destruidos sus castillos secretos, los sectarios que se habían escapado, se escondieron en Bombay, donde trazaron planes de venganza escondidos en catacumbas. Allí fraguaron sus planes para destruir a los mongoles , a los turcos y a la cristiandad, y así poder acabar con Dios y dominar el mundo.
Continuaron acechando en las sombras a políticos que no seguían el credo ismailí y profesaban herejías ortodoxas (como el sufismo o la religión maradoniana).
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